Etiopía – Viviendo una festividad en Lalibela
Capítulo 5: Etiopía – Viviendo una festividad en Lalibela
Ahmed no podía contener su entusiasmo mientras el avión descendía sobre las colinas verdes de Etiopía. Su destino era Lalibela, una ciudad famosa por sus iglesias talladas en la roca, consideradas una de las maravillas arquitectónicas del mundo. Su visita coincidía con una festividad religiosa importante, y Ahmed estaba ansioso por sumergirse en las tradiciones únicas de este país.
Llegada a Lalibela
Cuando Ahmed llegó a Lalibela, se sintió como si hubiera retrocedido en el tiempo. Las calles de tierra estaban llenas de peregrinos vestidos con túnicas blancas, algunos de ellos descalzos, cantando y rezando mientras se dirigían a las iglesias. Su guía, Hanna, una mujer amable y conocedora de la historia local, lo llevó a su primer destino: la iglesia de Bet Giorgis, también conocida como la Iglesia de San Jorge.
“Esta iglesia fue tallada en la roca en el siglo XII”, explicó Hanna. “Fue construida para representar el Monte Sión y es considerada una de las más bellas de Etiopía.”
Ahmed quedó asombrado cuando vio la iglesia por primera vez. Desde arriba, parecía un enorme cruz tallada en la roca roja del suelo. A medida que descendían por un estrecho pasillo hacia la entrada, Ahmed podía sentir la energía espiritual del lugar.
Explorando las iglesias
Dentro de Bet Giorgis, Ahmed vio a los sacerdotes recitando oraciones en un idioma antiguo llamado ge’ez. Las paredes estaban decoradas con frescos que representaban escenas bíblicas, y el aire estaba impregnado del aroma del incienso. Ahmed sintió una paz profunda mientras escuchaba los cánticos y observaba a los peregrinos que se arrodillaban en oración.
Después de visitar Bet Giorgis, Hanna lo llevó a otras iglesias conectadas por túneles y pasadizos subterráneos. Cada iglesia tenía su propia historia y diseño único. Ahmed quedó especialmente impresionado por Bet Medhane Alem, la iglesia monolítica más grande del mundo, que parecía un templo griego escondido en las profundidades de la tierra.
“¿Cómo lograron construir esto?”, preguntó Ahmed, admirado. Hanna sonrió. “Dicen que los ángeles ayudaron a los constructores durante la noche. Esa es la leyenda.”
La festividad de Timkat
La visita de Ahmed coincidió con Timkat, una celebración que conmemora el bautismo de Jesús en el río Jordán. La festividad comenzó con una procesión en la que los sacerdotes llevaban tabots (réplicas del Arca de la Alianza) cubiertos con telas bordadas. Ahmed se unió a la multitud que seguía a los sacerdotes, cantando y tocando tambores.
Esa noche, las calles de Lalibela se llenaron de luz mientras los peregrinos encendían velas y rezaban. Ahmed quedó impresionado por la devoción de las personas y la belleza de las ceremonias. Hanna le explicó que al amanecer, los peregrinos se reunirían cerca de un río o una piscina para recrear el bautismo.
La ceremonia del amanecer
Al amanecer, Ahmed y Hanna se unieron a los peregrinos junto a una piscina natural. Los sacerdotes bendijeron el agua, y las personas se sumergieron en ella para purificarse y renovar su fe. Ahmed, aunque no participó directamente, observó con respeto y admiración. “Es como si toda la ciudad estuviera conectada por esta tradición”, dijo.
Hanna le ofreció una pequeña cruz de madera como recuerdo. “Esto es un símbolo de nuestra fe y cultura. Llévala contigo como protección en tus viajes.”
Un día con los locales
Después de las ceremonias, Ahmed pasó el día explorando Lalibela con Hanna. Visitaron mercados llenos de especias, café y artesanías. Ahmed probó injera, un pan plano fermentado que servía como base para guisos de lentejas y carne. Aunque el sabor era nuevo para él, le encantó la experiencia de comer con las manos, como lo hacían los locales.
En un rincón del mercado, Ahmed conoció a un niño de su edad llamado Tesfaye, quien le mostró cómo jugar gebeta, un juego tradicional de mesa similar al mancala. A pesar de la barrera del idioma, los dos se entendieron perfectamente y compartieron muchas risas.
Reflexión al atardecer
Esa tarde, Ahmed y Hanna subieron a una colina para ver la puesta de sol. Desde allí, Ahmed podía ver las iglesias y las colinas que rodeaban Lalibela, iluminadas por los últimos rayos de sol. Pensó en todo lo que había experimentado ese día: la espiritualidad, la cultura y la calidez de las personas.
“Etiopía es un lugar mágico”, dijo Ahmed. “No solo por las iglesias, sino por la gente y sus tradiciones.”
Hanna asintió. “Nuestra historia y cultura son nuestro mayor tesoro. Me alegra que hayas podido verlo con tus propios ojos.”
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Ahmed miró la cruz de madera que Hanna le había dado y se sintió agradecido por la oportunidad de aprender y crecer a través de sus viajes.
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La bienvenida a Lalibela
Cuando Ahmed llegó a Lalibela, notó inmediatamente que la ciudad tenía una energía especial. Las calles estaban llenas de peregrinos, muchos vestidos con túnicas blancas de algodón, conocidas como shamma. Algunos cargaban bastones de madera tallada, símbolos de fe y tradición. Hanna le explicó que muchas personas viajaban durante días, e incluso semanas, para asistir a Timkat en esta ciudad sagrada.
En su camino hacia Bet Giorgis, Ahmed pasó por casas construidas con piedra y barro, rodeadas de jardines llenos de flores. “Las casas aquí son sencillas, pero siempre están llenas de vida”, dijo Hanna mientras saludaba a los vecinos que pasaban. Ahmed notó cómo todos parecían conocerse y compartir una profunda conexión.
Descubriendo los detalles de las iglesias
Mientras Ahmed exploraba las iglesias talladas en la roca, Hanna le contó más sobre su historia. “Según la tradición, el rey Lalibela construyó estas iglesias después de tener una visión divina. Quería crear una nueva Jerusalén aquí en Etiopía, para que los peregrinos pudieran adorar sin tener que viajar al extranjero.”
En Bet Giorgis, Ahmed quedó fascinado por los detalles arquitectónicos. Las paredes interiores estaban llenas de patrones geométricos, y en una esquina, había una pequeña cruz tallada en la piedra. Hanna explicó que cada diseño tenía un significado espiritual. “Los patrones representan el infinito, la conexión entre el cielo y la tierra.”
Cuando visitaron Bet Medhane Alem, Ahmed se sorprendió al ver columnas talladas en la roca que parecían sostener el techo como si fuera un templo griego. “Es increíble que esto haya sido hecho a mano, sin tecnología moderna”, dijo Ahmed, asombrado. Hanna asintió. “Es un testimonio de la dedicación y la fe de nuestros antepasados.”
Participación en Timkat
Durante la procesión de Timkat, Ahmed notó que los tabots, que simbolizaban el Arca de la Alianza, estaban cubiertos con telas bordadas en colores vivos: rojo, azul y dorado. Hanna le explicó que solo los sacerdotes podían tocar los tabots, ya que eran considerados sagrados.
Mientras seguían a la multitud, Ahmed se maravilló al escuchar los cánticos y los tambores que llenaban el aire. En un momento, los sacerdotes levantaron los tabots, y la multitud aplaudió y vitoreó. Ahmed se unió al entusiasmo, sintiendo la emoción de estar en un evento tan importante.
Por la noche, cuando las calles de Lalibela se iluminaron con velas, Ahmed notó que los niños llevaban pequeños faroles hechos de calabazas talladas. Uno de los niños le ofreció uno, y Ahmed lo aceptó con gratitud. “Esto es para guiarte durante la noche”, dijo el niño con una sonrisa.
La ceremonia del agua
La ceremonia del amanecer fue un momento inolvidable para Ahmed. Alrededor de la piscina natural, los sacerdotes llevaban vestimentas doradas y plateadas que brillaban con la luz del sol. Cantaban oraciones mientras lanzaban ramas de mirto al agua, bendiciéndola.
Hanna animó a Ahmed a acercarse para observar de cerca. Cuando el agua fue rociada sobre la multitud, Ahmed sintió un escalofrío, como si formara parte de algo mucho más grande. “Es un momento de renovación y esperanza”, le explicó Hanna. “Para nosotros, representa un nuevo comienzo.”
Conexión con Tesfaye y los juegos tradicionales
Ahmed y Tesfaye, el niño que conoció en el mercado, pasaron la tarde jugando más juegos tradicionales después de gebeta. Tesfaye le enseñó a Ahmed a lanzar pequeños discos de madera en un juego llamado qarqacha. Aunque Ahmed no era muy bueno al principio, Tesfaye lo animó. “Lo importante no es ganar, sino divertirse”, dijo Tesfaye, y Ahmed no pudo evitar reír.
Más tarde, Tesfaye llevó a Ahmed a un taller donde los artesanos tallaban cruces de madera y metal. Ahmed observó cómo trabajaban con precisión, creando diseños intrincados. Uno de los artesanos le ofreció a Ahmed una pequeña cruz como regalo. “Para que recuerdes tu tiempo aquí”, dijo. Ahmed la aceptó con gratitud.
Reflexión en el mercado
En el mercado de Lalibela, Ahmed pasó un buen rato explorando los puestos llenos de especias, granos de café y textiles coloridos. Hanna le compró un paquete de granos de café, explicándole que el café era originario de Etiopía. “Esto es más que una bebida para nosotros”, dijo. “Es una forma de reunirnos y compartir historias.”
Ahmed también probó miel de las colmenas tradicionales que los agricultores locales cultivaban. El sabor dulce y floral era diferente a cualquier otra miel que había probado antes. “Etiopía tiene tantos sabores únicos”, comentó Ahmed mientras probaba otro sorbo.
Una despedida especial
En su última noche en Lalibela, Ahmed y Hanna asistieron a una cena con música en vivo. Los músicos tocaban instrumentos tradicionales como la krar (una lira etíope) y el masinko (un violín de una sola cuerda). Ahmed intentó seguir el ritmo con palmas, y los locales lo animaron a unirse al baile.
Antes de despedirse, Hanna le regaló un pequeño libro lleno de cuentos y leyendas etíopes. “Para que siempre recuerdes las historias de mi tierra”, dijo. Ahmed prometió leerlo y compartir las historias con su familia y amigos.