Etiopía – Explorando las tierras altas y la antigua Lalibela
Capítulo 17: Etiopía – Explorando las tierras altas y la antigua Lalibela
Ahmed llegó a Etiopía con una mezcla de emoción y curiosidad. Este país, conocido como la “Cuna de la Humanidad,” prometía una experiencia llena de historia, cultura y paisajes espectaculares. Su viaje incluiría las impresionantes iglesias excavadas en roca de Lalibela y las vastas tierras altas de Etiopía.
Llegada a Addis Abeba
Ahmed aterrizó en Addis Abeba, la vibrante capital de Etiopía, donde fue recibido por su guía, Hana. Desde el aeropuerto, Ahmed pudo ver las montañas que rodeaban la ciudad y los bulliciosos mercados llenos de especias, tejidos y café. “Etiopía es el único país de África que nunca fue colonizado,” explicó Hana. “Y nuestro café es el mejor del mundo.”
En su primer día, Ahmed visitó el Museo Nacional de Etiopía, donde vio el famoso fósil de “Lucy,” uno de los primeros homínidos encontrados. “Esto es como mirar a nuestros ancestros,” comentó Ahmed mientras observaba los huesos exhibidos.
Rumbo a Lalibela
Desde Addis Abeba, Ahmed voló hacia Lalibela, una ciudad conocida por sus 11 iglesias monolíticas excavadas en la roca. Al llegar, Ahmed quedó impresionado por el ambiente tranquilo y espiritual del lugar. Hana le explicó que estas iglesias fueron construidas en el siglo XII como un “Nueva Jerusalén” para los peregrinos cristianos.
“Todo aquí está tallado directamente en la roca,” dijo Hana mientras caminaban hacia la iglesia de San Jorge, la más icónica de todas. La estructura, en forma de cruz griega, parecía emerger de la tierra. Ahmed quedó asombrado por la precisión y dedicación que debieron haber requerido estas construcciones.
Explorando las iglesias
Ahmed pasó un día entero explorando las iglesias de Lalibela. Caminó por túneles oscuros que conectaban las estructuras y observó los frescos y tallados que decoraban las paredes interiores. En una de las iglesias, un sacerdote le mostró una cruz de oro macizo que había sido utilizada durante siglos en las ceremonias religiosas.
Hana le contó historias sobre cómo los lugareños creen que las iglesias fueron construidas con la ayuda de ángeles. Ahmed escuchó con atención, fascinado por la mezcla de historia, fe y mitología.
Un vistazo a la vida local
En Lalibela, Ahmed tuvo la oportunidad de visitar un mercado donde los agricultores locales vendían miel, especias y artesanías. Ahmed probó la injera, un pan plano fermentado que se utiliza como base para muchos platos etíopes. “Es ácido pero delicioso,” comentó mientras lo combinaba con un guiso de lentejas llamado misir wot.
Hana también llevó a Ahmed a una casa local donde fue recibido con una ceremonia tradicional de café. Ahmed observó cómo los granos verdes eran tostados a mano en una pequeña sartén y luego molidos para preparar el café más fresco que había probado. “El café aquí no es solo una bebida,” explicó Hana. “Es una experiencia.”
Las tierras altas de Etiopía
Después de explorar Lalibela, Ahmed y Hana viajaron a las tierras altas de Etiopía, un paisaje de montañas, valles profundos y cascadas. Ahmed quedó impresionado por la belleza del lugar y la abundancia de vida silvestre. Vio monos gelada jugando en las laderas y escuchó el canto de aves endémicas como el turaco.
En una caminata, Hana le mostró cómo las comunidades locales cultivaban cebada y trigo en terrazas que cubrían las colinas. Ahmed ayudó a un agricultor a recolectar agua de un río cercano y quedó impresionado por el esfuerzo requerido para llevar a cabo las tareas diarias.
Reflexión en las montañas
En su última tarde en Etiopía, Ahmed y Hana subieron a un mirador desde donde podían ver las tierras altas extendiéndose hasta el horizonte. Ahmed se sentó en silencio, dejando que el viento fresco y el paisaje lo envolvieran.
“Etiopía es más que su historia,” dijo Hana. “Es un lugar donde la cultura, la naturaleza y la espiritualidad se entrelazan.” Ahmed asintió, sintiendo una profunda conexión con todo lo que había experimentado.
Un regalo especial
Antes de partir, Hana le entregó a Ahmed una pequeña cruz de madera tallada, similar a las utilizadas en las ceremonias religiosas de Lalibela. “Es un símbolo de fe y perseverancia,” dijo Hana. Ahmed aceptó el regalo con gratitud, prometiendo compartir las historias de Etiopía con su familia y amigos.
Caminando por las calles de Lalibela
Ahmed se maravilló al caminar por las calles de Lalibela, un lugar donde el pasado y el presente se entrelazan de manera única. Las casas de adobe estaban adornadas con flores silvestres, y los lugareños vestían túnicas tradicionales de algodón blanco llamadas shamma. Los niños corrían descalzos, saludando alegremente a Ahmed mientras este observaba a los artesanos trabajando en pequeñas esculturas y tallados.
En el camino hacia las iglesias, Hana señaló una roca con inscripciones antiguas en Ge’ez, el idioma litúrgico de Etiopía. “Es una lengua que ha estado viva por miles de años,” explicó. Ahmed quedó impresionado por la riqueza cultural del lugar.
Las leyendas de las iglesias
Mientras exploraban las iglesias excavadas en roca, Hana compartió varias leyendas sobre su construcción. Según una de ellas, el rey Lalibela fue visitado en sueños por ángeles que le indicaron cómo construir las iglesias. “Dicen que los ángeles trabajaban durante la noche,” dijo Hana. Ahmed caminó lentamente por los túneles oscuros, imaginando a los antiguos constructores tallando cada detalle con dedicación y fe.
En la iglesia de Biete Maryam, Ahmed se detuvo a admirar los frescos que decoraban las paredes y techos. Las imágenes de santos y escenas bíblicas parecían cobrar vida bajo la tenue luz de las velas. Un sacerdote le mostró una antigua Biblia escrita en pergamino, sus páginas descoloridas por el tiempo. “Es un tesoro que conecta generaciones,” comentó Ahmed.
El mercado de Lalibela
En el mercado de Lalibela, Ahmed quedó fascinado por la vitalidad del lugar. Los vendedores ofrecían miel en botellas recicladas, especias de colores vibrantes y cestas tejidas a mano. Ahmed probó un poco de tej, un vino de miel tradicional, y notó su sabor dulce y ligeramente fermentado. “Es como beber historia,” dijo.
Un anciano llamado Desta le mostró cómo tallaba pequeños crucifijos de madera para los peregrinos. Ahmed compró uno como recuerdo, agradecido por la calidez de las personas que conocía.
Vida en las tierras altas
Mientras exploraban las tierras altas de Etiopía, Ahmed vio terrazas agrícolas que parecían escaleras gigantes ascendiendo por las montañas. Hana le explicó que estas terrazas ayudaban a conservar el suelo y el agua en un paisaje donde la agricultura era desafiante.
Ahmed ayudó a una familia local a sembrar cebada, aprendiendo a usar herramientas simples pero efectivas. También vio cómo los burros transportaban agua y cultivos por caminos empinados. “Cada tarea aquí requiere esfuerzo, pero también conecta a las personas con la tierra,” reflexionó Ahmed.
Encuentros con la vida silvestre
En las tierras altas, Ahmed tuvo un encuentro especial con los monos gelada, conocidos por su pecho rojo en forma de corazón. Ahmed observó cómo los monos interactuaban entre ellos, mostrando comportamientos sociales complejos. “Son un recordatorio de lo conectados que estamos con la naturaleza,” comentó Hana.
También vio un grupo de lobos etíopes, una especie rara y en peligro de extinción. Hana le explicó cómo los esfuerzos de conservación estaban ayudando a proteger a estos animales únicos. Ahmed se sintió afortunado de haberlos visto en su hábitat natural.
Una tarde en un monasterio remoto
Hana llevó a Ahmed a un monasterio en las montañas, donde fueron recibidos por los monjes que vivían allí en aislamiento. Ahmed quedó impresionado por la simplicidad y serenidad del lugar. Los monjes le ofrecieron pan recién horneado y agua de una fuente natural cercana.
Un monje le mostró un manuscrito antiguo lleno de ilustraciones coloridas y caligrafía en Ge’ez. Ahmed no podía leer las palabras, pero podía sentir la dedicación que había detrás de cada página. “Aquí, el tiempo parece detenerse,” comentó.
Reflexión en las tierras altas
En su última noche, Ahmed y Hana acamparon en las tierras altas, bajo un cielo lleno de estrellas. Ahmed sintió el aire fresco de la montaña mientras escuchaba el lejano murmullo de un río. Hana le habló sobre la conexión espiritual que muchos etíopes sentían con la tierra y sus raíces.
“Etiopía es un lugar donde la fe, la naturaleza y la cultura están entrelazadas,” dijo Hana. Ahmed asintió, reflexionando sobre todo lo que había experimentado.
Un regalo de despedida
Antes de partir, Hana le entregó a Ahmed una pequeña réplica de una iglesia tallada en roca. “Es un símbolo de la fuerza y la espiritualidad de nuestra gente,” dijo. Ahmed prometió llevar consigo las historias de Etiopía y compartirlas con quienes encontrara.