16 de octubre – Día Mundial de la Alimentación

La Mesa de Todos

En un pueblo llamado Villa esperanza, las cosechas siempre habían sido generosas. Campos llenos de trigo, árboles cargados de frutas y ríos con abundante pescado rodeaban el lugar. Sin embargo, no todos tenían suficiente para comer. Algunas familias disfrutaban de grandes banquetes, mientras que otras apenas podían llenar un plato al día.

Entre los habitantes estaba Emilia, una niña de 12 años que adoraba ayudar a su abuelo en el huerto. Un día, mientras cavaba la tierra para sembrar zanahorias, encontró una vieja olla de hierro con una inscripción en su borde:
«Esta olla cocina más cuando todos comparten.»

Intrigada, Emilia le mostró la olla a su abuelo, quien le contó una historia:
—Hace muchos años, esta olla era mágica. Cuando los vecinos compartían lo que tenían, la olla nunca se vaciaba. Pero cuando dejaron de ayudarse, su magia desapareció.

Emilia, pensativa, dijo:
—¿Y si intentamos devolverle su magia?


El Primer Paso: Sembrar Juntos

Emilia tuvo una idea. Reunió a sus amigos y les propuso crear un huerto comunitario en un terreno abandonado.
—Si sembramos juntos, podremos alimentar a más personas —dijo.

Al principio, algunos vecinos dudaron.
—¿Por qué debería compartir mi trabajo con otros? —preguntó Don Héctor, un granjero.
—Porque la tierra da más frutos cuando la cuidamos juntos —respondió Emilia.

Con esfuerzo y entusiasmo, comenzaron a trabajar. Plantaron tomates, calabazas, frijoles y maíz. Cada día, más personas se unieron al proyecto, y pronto el huerto comunitario se convirtió en un lugar de encuentros y risas.


El Segundo Paso: Cocinar para Compartir

Cuando las primeras cosechas estuvieron listas, Emilia organizó una gran comida comunitaria. Usaron la olla de hierro para cocinar un guiso con los ingredientes que todos habían aportado.
—Esta es la olla de todos —dijo Emilia durante la comida—. Y su magia está en nuestra unión.

Los vecinos, al probar el guiso, sintieron algo especial: no era solo la comida, sino el esfuerzo compartido lo que hacía que el plato supiera tan bien.


El Tercer Paso: Enseñar y Aprender

Emilia y sus amigos no se detuvieron. Comenzaron a dar talleres sobre cómo aprovechar mejor los alimentos, evitar el desperdicio y cocinar recetas nutritivas con lo que tuvieran a mano. Incluso enseñaron a los niños a sembrar en pequeñas macetas.

Don Héctor, quien al principio dudaba, se convirtió en el maestro del huerto. Un día, mientras explicaba a los niños cómo plantar maíz, dijo:
—Pensé que tenía suficiente con lo mío, pero compartir me ha dado mucho más.


La Mesa de Todos

En el Día Mundial de la Alimentación, Villa esperanza celebró una gran fiesta. Las mesas se llenaron con platos preparados por todos, y la olla mágica fue el centro de la celebración. Emilia, emocionada, dio un discurso:
—El hambre no es un problema de unos pocos; es un desafío para todos. Cuando compartimos, sembramos más que comida: sembramos esperanza.

Desde entonces, Villa esperanza se convirtió en un ejemplo de cómo la unión y el esfuerzo compartido pueden alimentar tanto el cuerpo como el corazón.


Moraleja

La lucha contra el hambre comienza cuando trabajamos juntos para garantizar que nadie pase hambre. Compartir, enseñar y aprender son semillas que, al sembrarse, crean un mundo más justo y solidario.

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